Moralove

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Mujer en octavo mes de gestación preservada con el método de plastinación.La plastinación es un método, que tarda semana...
06/14/2025

Mujer en octavo mes de gestación preservada con el método de plastinación.

La plastinación es un método, que tarda semanas o meses, en el que los líquidos y parte de la grasa de los órganos de un cuerpo humano mu**to se reemplazan por un polímero en condiciones de vacío y congelación.

La exposición muestra como el bebé se encuentra en el cuerpo de la madre durante el embarazo, quien fue una amiga del famoso anatomista responsable de la "Exposición del cuerpo humano".

La madre donó su cuerpo a la exposición cuando descubrió que tenía una enfermedad terminal y los médicos confirmaron que no alcanzaría a dar a luz. Lamentablemente no pudieron salvar al bebé.

Esta obra pertenece a una exposición del médico y científico Gunther von Hagens. La imagen puede resultar sorprendente, polémica e incluso incómoda, pero sin duda es científicamente relevante.

LA MOMIA MÁS HERMOSA DEL MUNDO: EL MISTERIO ETERNO DE LA PRINCESA DE XIAOHEEn el corazón del desierto de Lopnor, Xinjian...
05/30/2025

LA MOMIA MÁS HERMOSA DEL MUNDO: EL MISTERIO ETERNO DE LA PRINCESA DE XIAOHE

En el corazón del desierto de Lopnor, Xinjiang, donde la arena parece devorar el tiempo, un hallazgo cambió para siempre la forma en que entendemos las rutas antiguas y los secretos del pasado. En 2003, arqueólogos chinos excavaban en el remoto yacimiento de Xiaohe cuando descubrieron una tumba que parecía dormir bajo siglos de olvido. En su interior, lo impensable: el cuerpo intacto de una mujer que, tras más de 4,000 años, parecía simplemente... dormida.

Rostro fino, pestañas aún visibles, labios apenas curvados en una expresión serena. A ella la llamaron La Princesa de Xiaohe, y pronto sería considerada por muchos como la momia más hermosa del mundo.

Su asombroso estado de conservación no fue obra de embalsamadores, sino del desierto mismo. El clima seco de la cuenca del Tarim, sumado a un ataúd de álamo cuidadosamente sellado y enterrado directamente sobre la arena, permitió que el cuerpo se deshidratara sin pudrirse. El resultado: una preservación natural casi milagrosa.

Pero su belleza no fue lo único que fascinó a los científicos. Análisis genéticos revelaron que esta mujer, aunque hallada en suelo chino, tenía ascendencia europea, probablemente de las antiguas poblaciones indoeuropeas que viajaban por la Ruta del Oasis miles de años antes de que esta se convirtiera en parte de la famosa Ruta de la Seda.

Los exámenes forenses añadieron un matiz trágico a su historia: murió embarazada, víctima de complicaciones en el parto. En su abdomen, aún reposaban los restos del feto que nunca llegó a nacer.

La ligera sonrisa que parece adornar su rostro ha sido objeto de múltiples interpretaciones. ¿Una señal de paz? ¿Una expresión congelada en medio del dolor? ¿O acaso un vestigio de una cultura que creía en la vida más allá de la muerte?

Tanta ha sido la fascinación por ella, que expertos en reconstrucción forense lograron recrear su rostro en vida, basándose en la estructura de su cráneo y sus rasgos increíblemente bien conservados. El resultado reveló una mujer de piel clara, cabello rojizo, pómulos marcados y mirada serena, confirmando lo que la momia ya insinuaba: una belleza que trasciende el tiempo.

Hoy, la Princesa de Xiaohe descansa en el Museo Regional de Xinjiang, junto a otras momias del desierto. Pero ninguna tan inquietante, tan poética y enigmática como ella. Una voz silenciosa del pasado que, miles de años después, sigue hablando a quienes se atreven a escucharla.

Las palabras Haiga, Vistes, Naiden, etc. no son errores gramaticales, ni inexactas, quienes las aprendieron a usar es po...
05/14/2025

Las palabras Haiga, Vistes, Naiden, etc. no son errores gramaticales, ni inexactas, quienes las aprendieron a usar es porque vienen de poblaciones dónde alguna vez así se habló, era un español antiguo.

Ansina ti quero
y pos este cariño se dilató,
pero yo lo vide primero que tú,
no hay naiden en el pueblo
que me haiga hecho sentir lo mesmo.
Ansina va la cosa,
ayer te truje munchas flores,
de la orilla del río...
tú me dijites hace muncho tiempo
que son las que te gustan bien harto.
ayer cuando las recivites vide en tus ojos
el brillo de la luna,,,
así como se mira en la noche ,
cuando voy de regreso al jacal,
y naiden me acompaña...
pero aquí mero en mi pensamiento,
tú andas conmigo.
Ansina te quiero,
como la mañana cuando se asoma el sol,
como la llovizna que moja la tierra,
como el campo que me gusta ver todo el día...
como la muina que tengo si no te miro.
Dizque así es el cariño
un poco rejego...
y se dilata en llegar,
pero tengo harta calma,
yo lo vide llegar primero...
pero tú ya lo vites en mis ojos.

BIEN HAIGAN LOS LEIDOS...
Las palabras Haiga, Vistes, Naiden, etc. no son errores gramaticales, ni inexactas, son simplemente formas de hablar que vienen de muy antiguo.

Por lo tanto quienes las aprendieron a usar es porque vienen de poblaciones dónde alguna vez así se habló, era un español antiguo.

Y es triste que mucha gente con títulos universitarios y supuestamente educada tiende a burlarse de quienes aún lo usan; cuando ellos son los primeros que deberían entender es parte de un lenguaje antiguo que muy probablemente sus abuelos, y más allá usaron normalmente.

Encontré dinero y lo devolví, yo vivía en la calle con mis hermanitos. Nunca olvidaré esa mañana helada de julio. Tenía ...
05/08/2025

Encontré dinero y lo devolví, yo vivía en la calle con mis hermanitos.

Nunca olvidaré esa mañana helada de julio. Tenía los dedos entumecidos y el estómago vacío, pero lo peor no era el hambre ni el frío. Lo peor era ver a mis hermanitos dormidos sobre cartones, tapados con una frazada rota que ya ni abrigaba. Tenía nueve años, pero me sentía vieja. Cansada. Responsable de todo.

Salí temprano como siempre, a buscar algo para comer. Revisaba tachos, mendigaba miradas piadosas y a veces me sentaba con una latita oxidada a pedir monedas. No era mucho, pero algo caía. Y con eso comprábamos un pan, un poco de leche, o galletitas vencidas que vendían en la feria.

Esa vez, justo cuando me agaché a atarme una zapatilla rota, lo vi: un sobre marrón en el suelo, abultado. Lo tomé con las dos manos. Pesaba. Lo abrí y se me cortó la respiración.

Billetes. Muchos.

Me temblaron las manos. Por un instante pensé en correr. Comprar comida, mantas, zapatillas nuevas. Podía alquilar una piecita, darnos un techo. ¡Podía cambiar nuestras vidas!

Pero entonces miré hacia la esquina, donde una mujer mayor estaba dando vueltas sobre sí misma, tocándose los bolsillos, visiblemente desesperada. Tenía una bufanda de lana azul y un bolso desordenado. Se notaba que buscaba algo.

Tragué saliva, apreté el sobre contra el pecho y caminé hacia ella.

—Señora… —dije, apenas un susurro.

Ella se giró. Tenía los ojos llorosos.

—¿Sí?

—¿Esto es suyo?

Le extendí el sobre.

Ella lo tomó con las manos temblorosas. Lo abrió y sollozó de alivio.

—¡Sí, sí, mi amor! ¡Dios mío, sí! ¡Gracias! ¡Gracias!

Me miró como si no creyera lo que veía. Luego sus ojos bajaron a mis zapatillas rotas, a la mugre en mi abrigo, a mis mejillas flacas.

—¿Dónde están tus papás? —preguntó, con la voz más suave que había escuchado en años.

—No tengo. Cuido a mis hermanitos. Dormimos ahí —señalé el callejón de la esquina—. Bajo un toldo.

Ella me observó un largo rato, como si se le partiera el corazón. Entonces hizo algo que nadie había hecho nunca: se arrodilló frente a mí y me abrazó.

—Te llamás… ¿cómo?

—Luna.

—Luna —repitió con ternura—. Yo soy Marta. ¿Querés venir a casa? ¿Con tus hermanitos?

Me quedé muda.

—Solo por hoy —agregó—. Una ducha, comida calentita. Nada más, te lo prometo.

La seguí. No porque confiara —en la calle, una aprende a no confiar en nadie—, sino porque tenía la voz de las abuelas de los cuentos. Esa que imaginaba cuando me abrazaba a mis hermanos para contarles historias inventadas antes de dormir.

Esa noche dormimos en camas. Con sábanas limpias. Comimos fideos con salsa y pan casero. Tomamos chocolatada. Lloramos. Y por primera vez, no de miedo.

Pasaron semanas. Marta fue paciente, amorosa, firme. Nos llevó al médico, nos inscribió en la escuela. Luchó por nuestra adopción. Peleó con papeles, jueces, y mil oficinas. Y ganó.

Hoy tengo dieciocho. Mis hermanitos crecen sanos, felices, con mochilas llenas de sueños y no de miedos. Y yo… yo todavía me despierto a veces esperando volver al callejón.

Pero ya no.

Porque alguien me vio. Porque devolví un sobre. Porque alguien creyó en mí.

Y porque una señora con bufanda azul decidió que merecíamos algo más que sobrevivir.

*La Mujer del Pozo*En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques densos, había una leyenda sobre una mujer que viví...
05/05/2025

*La Mujer del Pozo*

En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques densos, había una leyenda sobre una mujer que vivía en un pozo abandonado. Se decía que esta mujer era una bruja que había sido condenada a vivir en el pozo por sus crímenes.

La leyenda decía que la mujer del pozo era una criatura aterradora que podía atraer a los hombres con su belleza y su voz seductora. Se decía que cuando alguien se acercaba al pozo, la mujer comenzaba a cantar una melodía hipnótica que hacía que los hombres se sintieran atraídos hacia ella.

Un día, un joven llamado Juan decidió investigar sobre la leyenda de la mujer del pozo. Había oído historias sobre ella desde que era niño, y estaba decidido a descubrir la verdad.

Juan se acercó al pozo abandonado, que estaba ubicado en el bosque cerca del pueblo. Al principio, no vio nada, pero luego escuchó una voz suave y melodiosa que parecía venir del fondo del pozo.

La voz cantaba una canción que Juan no podía entender, pero que parecía hipnotizarlo. Se sintió atraído hacia el pozo, y comenzó a caminar hacia él sin poder controlarse.

De repente, una mano salió del pozo y lo agarró del brazo. Juan se sintió un escalofrío, y trató de liberarse, pero la mano era demasiado fuerte.

La mujer del pozo salió del pozo, y Juan vio que era una criatura aterradora con ojos que brillaban en la oscuridad. La mujer lo miró fijamente, y Juan se sintió como si estuviera siendo absorbido por su mirada.

La mujer comenzó a cantar de nuevo, y Juan se sintió hipnotizado. Se acercó más a ella, y la mujer lo besó en la boca. Juan sintió un frío intenso, y se dio cuenta de que estaba siendo arrastrado hacia el pozo.

La mujer lo empujó hacia el pozo, y Juan cayó al agua helada. Trató de nadar hacia la superficie, pero la mujer lo agarró de nuevo y lo mantuvo sumergido.

Juan se despertó en el hospital, con una sensación de dolor y de miedo. No sabía qué había pasado, pero recordaba la voz de la mujer del pozo y su mirada hipnótica.

Los médicos le dijeron que había sido encontrado en el pozo, y que había estado allí durante horas. Juan se sintió aterrorizado, y supo que había estado cerca de la muerte.

A partir de ese día, Juan evitó el pozo y no volvió a hablar de la mujer del pozo. Pero algunos dicen que todavía se puede escuchar la voz de la mujer cantando en el pozo, y que algunos hombres todavía se sienten atraídos hacia ella.

La leyenda de la mujer del pozo sigue siendo contada en el pueblo, y muchos creen que es una advertencia sobre los peligros de la seducción y la hipnosis. Otros creen que la mujer del pozo es un espíritu maligno que sigue atrapando a los hombres con su belleza y su voz.

*La Verdad sobre la Mujer del Pozo*

Algunos dicen que la mujer del pozo es una bruja que fue condenada a vivir en el pozo por sus crímenes. Otros creen que es un espíritu maligno que se alimenta de la vida de los hombres.

La verdad sobre la mujer del pozo sigue siendo un misterio, pero una cosa es segura: aquellos que se acercan al pozo corren un gran riesgo de ser atraídos por su belleza y su voz seductora.

🚨SU MADRE LO ESPERÓ TODA LA VIDA… HOY ÉL APARECIÓ 💔A doña Aurora la recuerdo con el alma…Fue amiga de mi abuelita durant...
05/05/2025

🚨SU MADRE LO ESPERÓ TODA LA VIDA… HOY ÉL APARECIÓ 💔

A doña Aurora la recuerdo con el alma…
Fue amiga de mi abuelita durante muchos años. Una mujer buena, con mirada cansada pero siempre amable.

Tenía una tiendita, pero la vida le fue quitando de a poco.
Primero su esposo…
Luego, uno de sus hijos fue d3s4par3c!d0.
Y mientras ella lo buscaba con el corazón en la mano, también cuidaba a su otro hijo con necesidades especiales.
Tuvo que cerrar su negocio. No podía con todo.
Pero jamás dejó de intentarlo.

La recuerdo caminando horas bajo el sol, juntando latas con su hijo.
Así sobrevivía.
Así aguantaba el dolor.

Doña Aurora se fue sin saber nada de ese hijo al que tanto buscó, al que lloró hasta el último día.
Nunca dejó de hablar de él.
Decía que lo soñaba.
Que lo esperaba.

Y poco a poco…
Su luz se apagó.

Hoy apareció el cu3rp0 de aquel hijo.
Y lo reconocieron por algo que estremeció a todos:
entre sus manos estaba la credencial de su madre.
Sí, de doña Aurora.

Ella ya no está aquí para abrazarlo.
Pero en el fondo…
sentimos que por fin se encontraron.

Ella pensó en él hasta el final.
Y él… nunca la soltó.

Hoy, la angust!4 se acabó.
Ya no habrá más espera en esa banquita, ni más miradas cruzando la calle con la esperanza rota.

Ahora sí… ya están juntos.
Para siempre.

Fue hallada la credencial de su madre (no se sabe con certeza si salió a buscarlo.. o el simplemente la llevaba como un recuerdo)

LA TRÁGICA Y MACABRA HISTORIA DE MI ABUELA Cuando cumplí 18 años, mis padres me organizaron una pequeña fiesta con famil...
05/04/2025

LA TRÁGICA Y MACABRA HISTORIA DE MI ABUELA

Cuando cumplí 18 años, mis padres me organizaron una pequeña fiesta con familiares y amigos. Fue una de esas reuniones típicas, con risas, comida, y muchos niños correteando por ahí. Más tarde, cuando ya solo quedábamos los adultos y los pequeños estaban dormidos, alguien —una prima— propuso jugar a contar chistes o historias de terror.

Al principio lo tomamos a broma, pero una tía rompió el hielo con una anécdota: decía que una lámpara de su casa se encendía sola, siempre a la medianoche. Nada muy aterrador, pero nos mantuvo atentos.

Después, inesperadamente, mi abuela pidió la palabra. Estaba en su silla de ruedas, como siempre, y aunque tenía fama de tener mal genio, su voz en ese momento fue suave, casi melancólica. Parecía que estaba conteniendo el llanto.

—Cuando vivía en Cuernavaca —empezó—, tu bisabuelo tenía unas tierras en uno de los cerros. Con sus propias manos construyó una casa, y yo me dedicaba a sembrar y cuidar animales: unas gallinas, un cerdito… —Hizo una pausa, bajó la cabeza, y negó suavemente con ella—. Mi madre quería detenerla, pero ella la apartó con firmeza—. Déjame, estoy bien —dijo.

—Mi primera hija se llamó Lucía, como mi tatarabuela. Nació en la casa, con la ayuda de tu abuelo y de una vecina que era sorda. Fueron días difíciles… yo sola en casa, y tu abuelo trabajando todo el día. Siempre mantenía a la niña a mi lado, incluso en la cocina.

Suspiró. Lágrimas comenzaron a brotarle.

—Un día, estaba en la terraza sembrando en la pequeña huerta. Dejé a Lucía en la cama. De repente, escuché su llanto desesperado. Corrí… y la vi. Una anciana desnuda la había tomado y huía corriendo… ¡en cuatro patas! Se internó en el bosque y no pude alcanzarla.

Todos quedamos paralizados. Mi garganta se cerró. Mi abuela siguió:

—Tu abuelo buscó ayuda. Primos, vecinos… todos salieron a buscarla. Pasaron dos días sin rastro. Entonces, una vecina vino a decirme que había encontrado un bebé mu**to en un arroyo, y que lo había llevado a su casa. Nos pidió que fuéramos a ver si era nuestra hija.

—Subimos una colina. Nunca olvidaré ese momento… tu abuelo, que siempre fue fuerte como un roble, empezó a llorar. Lloramos juntos bajo la oscuridad, rodeados por el canto de los grillos.

—Cuando llegamos a la casa de la vecina, todo estaba en silencio. Sobre una mesa, cubierta con una manta, estaba la bebé. Era ella. Lucía. Pálida, fría. Me desmayé. Tu abuelo lloró como nunca, así me contó la vecina después.

Hizo una pausa larga. Nadie se atrevía a hablar.

—Dos días después —dijo al fin— tu abuelo regresó a la casa ensangrentado. Traía un hacha en la mano. Estaba en shock. Solo repetía: "La maté. Lo hice por Lucía".

—Nunca supe si realmente fue justicia. Solo tomé mis cosas y me vine a Ciudad de México. Vendí las tierras… y comencé de nuevo.

En ese momento, todos nos levantamos y la abrazamos. Y por primera vez en muchos años, mi abuela pudo desahogarse.

"ACERO" 🐕‍🦺   Después de 8 años de servicio, fue encadenado con una cadena de 20 centímetros y tiraron la llave...  8 añ...
05/04/2025

"ACERO" 🐕‍🦺

Después de 8 años de servicio, fue encadenado con una cadena de 20 centímetros y tiraron la llave...
8 años sirviendo.. 8 años patrullando las ciudades.. 8 años junto a su compañero de armas, Jhon el soldado.
Acero no entendía de banderas, ni de causas, ni de discursos. Solo conocía una cosa: a su compañero.
Y para él, ese humano de voz firme y gran corazón era su todo.
Jhon le hablaba como si fuera otro soldado del pelotón:
—"¡Vamos, Sargento Acero, ¡hoy tenemos misión!"
Y Acero iba. Siempre iba.
Hasta ese día...
Las últimas palabras de Jhon fueron:
—"¡Quieto, Acero!"
Luego, una explosión.
Gritos.
Humo blanco.
Ese día, Jhon se fue.
Con su último aliento, salvó a Acero dándole una orden que evitó que el perro se acercara al peligro. Era un campo de minas.
Acero era un experto detectando explosivos, pero esta vez era muy arriesgado.
Jhon no quiso enviarlo al frente. Decidió ir él solo. Era una trampa.
Jhon salvó a Acero… y a todo su escuadrón.
A los perros militares normalmente los adopta su compañero humano.
Pero Jhon ya no estaba.
Y Acero, sin que nadie preguntara por él, fue entregado al sistema.
La burocracia militar lo dio en adopción a alguien a quien solo le importaba el cheque mensual que dan por cuidar a un perro retirado.
Lo amarraron al fondo de un patio, con una cadena corta, bajo el sol.
Sin palabras, sin caricias.
Ahí pasó los días. Sin ladrar. Sin quejarse.
Como si fuera otra misión.
Porque Acero, aunque ya no tenía uniforme, seguía siendo soldado.
Sus ojos miraban al frente. Su cuerpo quieto, esperando una orden que nunca llegaba.
Soñaba con el ruido de botas en las gradas. Con la voz de Jhon diciéndole:
—"Buen chico."
Se mantuvo fiel.. Siempre fiel..
Pasaron los años.
Jhon no solo dejó a Acero, también a su familia.
Su hija, mely, ya no era una niña. Un día, en el desván, encontró una vieja caja de fotos.
Había una imagen de su padre, con el uniforme, riendo, abrazando a un pastor alemán.
Ambos llenos de polvo, de sol, de vida.
Preguntó por el perro. Buscó entre archivos. Habló con excompañeros de su padre.
Hasta que encontró la verdad: Acero fue dado en adopción.
mely condujo hasta esa casa.
Golpeó la puerta.
El dueño ni se inmutó cuando preguntó por Acero.
Lo encontró atado. Sucio. Delgado.
Pero en cuanto Acero la olió, la miró…
Levantó la cabeza.
La miró como si la reconociera.
Como si viera los ojos de su antiguo compañero.
Y por primera vez en años… movió la cola.
Hoy Acero vive con mely.
Tiene una manta suave, comida tibia y una foto de Jhon al lado de su cama.
Ya no está en servicio, pero tiene una nueva misión:
Cuidar el legado de su amigo.
Acero no necesitaba una medalla. Solo necesitaba un hogar.
Y lo encontró.
Porque los verdaderos héroes no piden nada...
Solo dan.
Fieles hasta el final.

—¿Esa eres tú? Pensé que la novia era flaca. Eso dijo!!! En el altar!!  Con las flores blancas perfumadas, con la música...
05/01/2025

—¿Esa eres tú?
Pensé que la novia era flaca.
Eso dijo!!! En el altar!! Con las flores blancas perfumadas, con la música de violines de fondo, con mi madre llorando en la primera fila y mi abuela al borde del desmayo, él me miró, con su traje de diseñador y su sonrisa torcida, y soltó esa frase. Como si fuera un comentario casual sobre el clima.

Yo parpadeé. Una vez. Dos. Tal vez tres. No porque no hubiera escuchado, sino porque esperaba que fuera una broma. Una de esas bromas de mal gusto que uno justifica con "así es él". Pero no. Lo dijo en serio. Con la cara tranquila. Como si me estuviera diciendo que me quedó arroz en los dientes.

—¿Qué dijiste? —pregunté, con la voz temblando, pero todavía con una mínima esperanza de haber oído mal. Tal vez dijo “hermosa” y mi mente me jugó una mala pasada. Tal vez dijo “guapa”, “radiantemente bella”, “la mujer de mi vida”, cualquier cosa menos “gorda”.

Él se encogió de hombros.

—Nada, que te ves... diferente. Más... ¿grande?

Y entonces sentí que el aire acondicionado de la iglesia se volvió un chorro helado apuntándome al pecho. Toda la ceremonia se volvió un eco distante. Las flores me olían a funeral. El sacerdote se aclaraba la garganta, incómodo, como si supiera que estaba a punto de presidir la boda más corta de la historia.

—¿Me estás diciendo gorda el día de nuestra boda? —pregunté con una calma que ni yo sabía que tenía.

—No es para que te pongas así —me respondió, con ese tonito de "las mujeres siempre exageran" que me daban ganas de meterle el ramo por la nariz—. Es solo un comentario. ¿No se supone que podemos decirnos todo?

—¿Todo? Bueno. Entonces déjame decirte algo yo —le sonreí, así, con los dientes apretados, mientras mis mejillas ardían—. Eres un id**ta. Y un im***il. Y un estúpido. Y tienes la sensibilidad emocional de una piedra. Una piedra fea. Y ahora, con permiso, voy a bajarme de este altar antes de que el universo me castigue por siquiera haber considerado casarme contigo.

Y eso hice. Me di media vuelta. Con el vestido blanco agarrado con las dos manos porque ese corset no me dejaba respirar, y caminé por el pasillo como si fuera una pasarela. La gente murmuraba. Mi madre gritaba mi nombre. Mi abuela se desmayó, sí. Pero yo no paré.

Salí de la iglesia con los tacones en la mano y un moño cayéndose, me subí al primer taxi que vi, y cuando el conductor me preguntó adónde íbamos, le dije:

—A comer. A donde sirvan papas fritas con queso derretido y postre triple. Que me acaban de llamar gorda y necesito honrar esa reputación.

Y mientras devoraba mi hamburguesa tamaño familiar en un restaurante de mala muerte, me reí. Me reí hasta llorar. Porque qué otra cosa iba a hacer una novia plantada en el altar por su propio prometido después de un comentario que ni un ogro se atrevería a decir. Reí, lloré, y pedí otro batido. Con doble crema. Porque si voy a estar sola, por lo menos voy a estar feliz. Y bien alimentada.

¿Quieres que siga con lo que pasa después de ese día?

¿Ves a esta mujer? Fue burlada, criticada, humillada y despreciada… solo por haber nacido MUJER.Su nombre era Grazia. Gr...
05/01/2025

¿Ves a esta mujer? Fue burlada, criticada, humillada y despreciada… solo por haber nacido MUJER.

Su nombre era Grazia. Grazia Deledda.
Una joven de Cerdeña, criada entre las montañas de Nuoro, en una tierra donde a las niñas se les enseñaba a coser, no a soñar.
A los nueve años tuvo que dejar la escuela — porque estudiar, para una niña, “no era necesario”.

Pero Grazia no se rindió.

Siguió estudiando en secreto, alimentando su mente con libros y su alma con palabras.

De adolescente, publicó su primer cuento en una revista.
Para ella fue felicidad.
Para el pueblo — escándalo.
¿Escribir? ¿Una mujer? ¡Qué vergüenza!
Los vecinos murmuraban, el cura desaprobaba, incluso su familia le daba la espalda.
Una mujer, decían, debía cuidar la casa, no escribir novelas.

Pero Grazia estaba hecha de otra materia: perseverancia.
Escribía por las noches, cuando todos dormían, llenando el silencio de vida.

Años después, se mudó a Roma junto a un hombre que creyó en ella más que nadie: Palmiro Madesani.
No fue un amor cualquiera.
Palmiro no solo fue su esposo: fue su escudo, su apoyo, su impulso.
Cuando el mundo se burlaba de ellos —una escritora y un hombre que la apoyaba— ellos respondían con el silencio de quienes saben a dónde van.

Grazia siguió contando historias de mujeres fuertes y frágiles, de hombres perdidos, de tierras duras como su propia alma.
Y un día, tras años de esfuerzo, el mundo la escuchó.

Era 1926.
Grazia Deledda, “la pequeña mujer sarda” con solo educación básica,
ganó el Premio Nobel de Literatura.

Y cuando subió al escenario, no lo hizo sola.
A su lado, de la mano, estaba Palmiro — el hombre que supo amarla sin miedo.

Porque amar de verdad es eso:
sostener cuando todos te dicen que sueltes.

Y a ti, Grazia,
gracias.
Por enseñarnos que ser mujer no es una debilidad.
Es una fuerza que ilumina al mundo.

Transferí por error mi jubilación, no tenía para comer.No sé cómo lo hice. Juraría que apreté otro botón, pero el celula...
04/23/2025

Transferí por error mi jubilación, no tenía para comer.
No sé cómo lo hice. Juraría que apreté otro botón, pero el celular me jugó sucio y la plata de la jubilación fue a parar a la cuenta equivocada. Todo. Ni para el pan me quedó. Me senté en la cocina vacía, con la taza de té que parecía agua sucia, y lloré como no lloraba desde que los chicos me echaron de casa.

—Mamá, no podés seguir viviendo con nosotros —me había dicho mi hija, hace dos meses—. Es por los nenes, no queremos que te estreses…

Estrés. Me mandaron a vivir a una pensión con olor a humedad para que no me estresara. Ellos siguen con su vida, y yo… yo me encontré de golpe con la heladera vacía, la olla vacía, el alma vacía.

Volví a coser, como cuando era chica. Una vecina me prestó una máquina vieja. Hacía arreglos, ruedos, dobladillos, lo que viniera. Pero ese día no tenía ni hilo ni tela ni ganas.

—Ay, Dios mío —dije, hablándole al techo como si me escuchara—. ¿Tanto te cuesta una señal?

Y la señal llegó. En forma de bocinazo. Fuerte. Insistente. Salí a la calle pensando que era algún vecino molesto. Pero no. Era un auto. Negro, brilloso, con vidrios polarizados. Se bajó un tipo alto, elegante, con un traje que seguro costaba más que todos los muebles de mi pieza juntos.

—¿Doña Teresa? —preguntó.

—Depende quién pregunta —le contesté, medio a la defensiva.

—Soy Jorge Alvear. Usted me transfirió por error su jubilación esta mañana.

Sentí cómo se me caía el alma al piso.

—Ay, señor, perdóneme. Fue un error, no sabía cómo recuperarla, traté de llamar al banco pero no me atendían y yo no tengo a nadie…

—Tranquila —dijo, y sonrió—. La vengo a devolver. Pero no solo eso.

Abrió el maletín y sacó un sobre. Me lo dio en la mano. Dentro estaba el dinero, hasta el último peso, prolijamente contado.

—¿Esto es todo? —pregunté, sin poder creerlo.

—Con intereses. Me puse a investigar, doña Teresa. Vi que usted fue costurera muchos años. Y que hace poco volvió a trabajar, a pesar de su edad.

Me sonrojé. Me dio vergüenza que supiera tanto.

—¿Cómo sabe todo eso?

—Porque me recordó a mi madre. Ella también cosía. Y quiero ofrecerle algo.

Ahí nomás me sentó en el auto y me llevó a una fábrica. Enorme. Ruido de máquinas, olor a tela nueva, mujeres trabajando. Me temblaban las piernas. Pensé que era una broma.

—Necesito alguien que supervise el taller. Alguien con experiencia, ojo crítico y corazón firme. Usted tiene todo eso.

—Pero, señor… yo no sé computadoras, no sé hablar inglés, no tengo estudios…

—No necesito eso. Necesito a usted.

Me puse a llorar. No podía ni contestarle. Él me puso una mano en el hombro.

—Acá va a tener un sueldo digno, comida, y si quiere, un lugar donde quedarse. Se lo ganó. Con aguja, hilo… y honestidad.

No sé si fue un milagro, una casualidad o una respuesta tardía a mis rezos, pero esa noche, cuando volví a mi pieza, ya no me sentí sola. Porque por primera vez en mucho tiempo, tenía un mañana.

"CLIFFORD HOYT"  El caso de Clifford Hoyt,también conocido como “El hombre que escapó del in****no”, Clifford Hoyt es un...
04/23/2025

"CLIFFORD HOYT"

El caso de Clifford Hoyt,
también conocido como “El hombre que escapó del in****no”, Clifford Hoyt es un ciudadano estadounidense que en la mañana del 05 de Diciembre del año de 1999, en Maryland, sufrió un accidente automovilístico en la carretera Maple Grove. El choque fue desastroso. Clifford se salvó de milagro. Su fuerza de voluntad, hizo que moviera su cuerpo herido a la carretera, donde colapsaría y caería en coma. Minutos más tarde, para su suerte, un camión pasó por el lugar, encontrando el horrible escenario. De inmediato llamó al 911.

Ya en el hospital, se descubrió que Clifford no solo había entrado a un cuadro de coma, sino que también tenía varias fracturas, hemorragias internas y demás. Su recuperación fue muy lenta. Lo que los doctores no se imaginaban era que el hombre no solo luchaba por aquellas desgracias físicas que le habían dejado el accidente, sino que algo más ocurría en su interior.

Una noche, según cuentan los enfermeros, se empezaron a escuchar gritos de desesperación de un hombre en el hospital, acompañado de golpes a la pared y sonidos angustiantes. Cuando entraron en la habitación de Clifford, encontraron al hombre completamente asustado y desquiciado. Por un momento pensaron que hasta los ojos se le iban a salir, por lo que tuvieron que agarrarlo entre varias personas que estaban ahí para aplicarle un calmante.

Entre los llantos, el hombre explicaba que había estado en el in****no durante todo este tiempo. Las torturas que experimentó en aquel lugar eran inimaginables. Contó que en dicho lugar habían brazos que lo perseguían. Todo olía a azufre y a podrido, y que estaba lleno de fuego y lamentos. Su discurso era tan coherente, tan creíble, que era muy poco probable que todo lo que dijo que vivió haya sido por los medicamentos. Clifford se recuperó a los días, y a pesar de que le dijeron que necesitaba consejería psicológica, él la rechazó.

Semanas después, tras haber regresado a su departamento alquilado, los vecinos se quejaron con el dueño del edificio ya que Clifford tocaba música a muy altas horas de la noche. El señor, tras las quejas, se dirigió hacia el departamento de Clifford, y tras no recibir ninguna respuesta a sus incesantes golpes a la puerta, decidió entrar con su llave maestra. Tal vez no me escucha debido al volumen de la música, pensó. Jamás imagino lo que encontraría en el lugar. Clifford se encontraba en el piso, abrazando un enorme bloque de hielo, lucido. La sala parecía una pocilga, llena de excremento. El propietario tomó fotografías del lugar para entregarle a la policía.

Clifford decía que era consciente de todo lo que estaba haciendo. La música la tocaba para que los demonios del in****no no se lo llevaran otra vez. Solo así los podía mantener alejados. El bloque de hielo era porque no soportaba el calor que hacía en aquel lugar. Luego de eso, su familia se vio obligada a internarlo en un centro psiquiátrico de Maryland. Los médicos aseguran que su comportamiento se debe al daño cerebral que sufrió en el accidente, pero Clyfford, al día de hoy, está convencido de que los demonios aun lo persiguen.

Clifford Hoyt fue analizado por otros dos terapeutas, en diferentes momentos. Luego en la tarde y más a la noche, y si bien el primer psiquiatra afirmó haber visto “algo de seriedad en sus ojos”, en cambio, los otros dos llegaron a la conclusión de que el daño cerebral que había producido en el hombre el accidente automovilístico claramente había afectado a su psique.

Por eso mismo, la junta médica determinó que lo enviarían a la institución mental más cercana en Maryland. Y eso fue lo que sucedió. Aún así, el primer profesional médico dijo sentir “como un cuchillo clavado en mi estómago. Antes de su traslado, hice varias pasadas por su habitación. No se le permitió ninguna visita, pero me quedé allí, escuchando, en la habitación contígua. Y entonces en la noche, lo oí. Se oyó una risa. Una mezcla entre una carcajada y un gruñido que ningún hombre en esta Tierra podría replicar. Pero cuando abrí la puerta, Clifford se encontraba solo, todavía aferrándose a otra barra de hielo que le habían dado. Por eso, aún cuando firmé su traslado, desde entonces no creo que Clifford Hoyt haya estado mintiendo...”.
Crédito al autor correspondiente.

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