
15/07/2025
Hace justo 6 años llegué a Miahuatlán de Porfírio Díaz, Oaxaca, andaba por allá buscándole sentido a la vida, acababa de perder a mi padre.
Todos me mandaban a Matatlán, "no, ese es mezcal para turistas, yo quiero otra cosa"; hasta que un conductor de autobús, en la terminal de autobuses de la Central de Abastos de Oaxaca dijo: "en el tianguis de los lunes en Miahuatlán bajan los mezcaleros de la sierra", esa fue la luz que iluminó un nuevo camino.
Fuí a ese tianguis, conocí a Jacinta, mi ahora madrina, me dijo de San Luis Amatlán hacían buen mezcal pero ese camino lo tenía que aprender a hacer yo solo. Así lo hice, conocí gente, hice amigos, la montaña me dió un par de regalos y me llevó a pasar mi cumpleaños entre sus festejos.
Aquí la imagen de la primera vez que saqué los mezcales para que los amigos me dijeran si estaban buenos, fue en el área de comida de un centro comercial en la CDMX. Ahí, unos proveedores nos compraron platos de carnes, tapas y quesos. La del restaurante me mandó llamar, "veo que le estas haciendo una cata a tus amigos, ¿qué es? ¿mezcal?", "¿porqué no te traes tus catas a mi restaurante?".
Lo que siguió fue una de las historias más fascinantes que aún quedan por ser contadas.
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