18/06/2025
Creía que vender era para fracasados… hasta que tuve hambre....
Así empezó todo
Siempre fui de los que creían que estudiar era la única forma de “salir adelante”.
Licenciatura, maestría… y ya estaba por arrancar el doctorado. Todo muy académico, muy formal, muy “yo no soy de esos”.
¿De quiénes?
De los que vendían.
Porque, la neta, yo pensaba que vender era para los que no la armaron.
Para los que no tenían carrera.
Para los que no estudiaron.
Para los que fracasaron en “lo serio”.
Yo veía a los vendedores como esa gente molesta, intensa, que te intenta enjaretar algo en cada esquina.
“Eso es para gente pobre”, me decía.
“¿Cómo voy a ponerme a vender si tengo tres títulos?”
“¿Yo? ¿Vender? Ni que estuviera tan desesperado.”
Hasta que estuve.
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El punto de quiebre
Un día me despidieron.
Así, sin previo aviso, sin liquidación decente, sin plan B.
Y como estaba tan confiado en mis títulos, pensé que me contratarían en dos patadas.
Error.
Pasaron los días, las semanas… y nada.
Nadie me hablaba. Nadie me contrataba. Nadie me quería.
Y mientras tanto, los recibos llegaban. El refri se vaciaba. Y mis hijos empezaban a preguntar:
—¿Qué hay de comer, papá?
Me partió el alma.
Me tragué el orgullo con agua del grifo.
Y salí a vender.
Empecé con cositas sencillas en la calle. Dulces, snacks, productos de catálogo… lo que fuera.
Sentía que todos me miraban. Que todos sabían. Que todos se reían.
Y entonces pasó.
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Lo que nadie me dijo
Me topé con un amigo. De esos que no ves desde la uni.
Me vio ahí, con mi cajita y mi cara de “ojalá no me reconozca”.
Yo, queriendo desaparecer.
Él, sonriendo.
—¡Qué chingón que estés vendiendo! —me dijo.
Yo no entendía nada.
—Yo también vendo —me contó—. Lo dejé todo porque me iba mejor que en el trabajo que odiaba. Aquí hay más oportunidad de crecer que en una oficina gris.
Y ahí, justo en esa calle, me di cuenta que no me daba pena vender… me daba pena aceptar que mi ego me había tenido amarrado.
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Esto aprendí
• Vender no es fracasar. Fracasar es no hacer nada.
• Tu licenciatura no te da de comer si no sabes moverla.
• El orgullo no paga el gas, ni la leche, ni el pan.
• Vender es dignidad, no derrota.
• Lo que me detenía no era el miedo… era la vergüenza.
• La verdadera libertad está en hacer lo que sea necesario por los que amas.
• No hay carrera más noble que llevar comida a tu casa.
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El final que no esperabas
Hoy sigo vendiendo.
Pero ya no me escondo.
Ya no me da pena.
Porque entendí que el éxito no siempre viene en forma de título, escritorio o credencial de empleado. A veces viene en forma de calle, de cliente, de hambre.
Y si tú estás ahí, dudando, con pena, con miedo… solo te voy a decir una cosa:
Quita la pena y lleva comida a tu familia.
Porque no hay título más ca**ón que ser proveedor con dignidad.
(Tomado de la red)